Desierto Wadi Rum

Este día salimos de Petra dirección a otra parada a la que teníamos muchas ganas: el desierto Wadi Rum. Desde Wadi Musa el trayecto dura una hora y media por la carretera del rey y la carretera del desierto.

Ir por la carretera es toda una aventura, te encuentras con camiones dando la vuelta como si en una rotonda estuvieran, hay ovejas y camellos, que se te cruzan y debes parar, o furgonetas y coches que giran a la izquierda cruzándose cuatro carriles para ir a la gasolinera o a la salida correspondiente. Un caos ordenado.

Wadi rum

Una vez que llegas a la entrada del desierto debes pararte en el centro del visitante para mostrar tu Jordan pass, la entrada es gratuita con ella, y registrar tu visita en el desierto.

Nosotros contratamos un paquete de un día entero en 4×4 y alojamiento en un campamento beduino. Después de mucho buscar nos decidimos por el Mohammed Mutlak Camp y fue todo un acierto. Contactas con ellos a través de mail, te contestan a todas las posibles preguntas que te surgen y te ayudan en todo. Una vez reservado, te mandan un mail con las indicaciones para la recogida e inicio de la actividad.

La hora de recogida es las 9 am, pero por el camino desde Petra, llegamos a las 10 am y no hubo problema. Te recogen en un parking a la entrada del poblado de Wadi Rum donde dejas el coche a buen recaudo hasta el día siguiente.

A nosotros nos recogió Mandouk, primo de Mohammed, dueño del campamento, quien nos llevó con su familia a tomar un té riquísimo. Después de esta parada, pusimos rumbo en el techo del Jeep al ¡desierto!

Al principio da miedito subir al techo del Jeep sin niguna protección, nada más que una cuerda a la que te agarras con la mano, pero es lo mejor que pudimos hacer; sentir el aire del desierto, la velocidad, las dunas… es una sensación indescrptible, y si le sumas la música de fondo que nos ponía Mandouk… no se nos olvidará nunca.

La ruta que hicimos fue:

Manantial de Lawrence de Arabia

Es la entrada al desierto y, dicen que, es donde escribió el libro con el mismo nombre y subiendo la colina hay una fuente donde solía ir Lawrence a asearse. Nosotros no conseguimos llegar hasta la fuente, es un camino de roca y piedra muy empinado.

Bajo la montaña hay un abrevadero que lleva haciendo sus funciones durante miles de años.

Dunas

Wadi rum

Saben perfectamente que lo que queremos ver son dunas infinitas y subir y bajar por ellas, disfruta de vistas exclusivas y es lo que hicieron, nos llevaron a una duna preciosa desde donde se podía sentir el desierto, con tormenta de arena incluida, y ver el Jebel Rum y Jebel Qattar en todo su esplendor.

Wadi rum

Inscripciones nabateas

Wadi rum

Siguiendo nuestro camino, llegamos hasta el Jebel Khazali, donde se encuentran inscripciones tamudeas y nabateas en la piedra caliza. Estos dibujos muestran la vida hace miles de años, sus animales e, incluso, una mujer dando a luz.

Después de ver estos puntos de interés parar en varias formaciones rocosas muy bonitas, paramos a comer a la sombra de una montaña protegidos del viento que azotaba ese día.

Mandouk cocinó para nosotros, nos montó un picnic en el desierto digno de un jeque. El guiso que comimos estaba hecho a base de verduras y atún; todavía recuerdo el sabor tan rico que tenía. Nos gustó tanto que repetimos los dos. Además, nos puso pan, olivas… vamos que no faltaba de nada.

Mientras comíamos Mandouk nos fue contando el estilo de vida beduino, costumbres, creencias, etc. Fue una conversación muy interesante.

Después del banquete que nos dimos los tres, proseguimos el camino entre dunas y montañas, nos divertimos muchísimo, no parábamos de reír los tres y Mandouk al vernos disfrutar aceleraba más el Jeep.

La seta de Wadi Rum

seta desierto

El Wadi Rum no es un desierto cualquiera, todo arena, calor y tranquilo; es un desierto rocoso con temperaturas muy bajas en invierno y muy altas en verano, nada que ver con el Sahara u otros desiertos. Aquí la erosión del aire que azota al desierto ha hecho formaciones rocosas muy curiosas, como la seta, los beduinos llaman así a esta roca, es evidente por qué, ¿no?

Cañón de Barrah

‘Llegó la hora de caminar´, así nos dijo Mandouk. Paró el Jeep en un cañón donde no se veía apenas nada por culpa de la arena y nos indicó que siguiéramos rectos, que él estaría al otro lado. Le dijimos repetidas veces que estaba de broma, pero nos decía una y otra vez que no. Así que con el miedo en el cuerpo de no saber a dónde íbamos, literalmente porque no se veía nada, emprendimos el camino.

Finalmente, fue un paseo muy agradable donde te puedes sentir como un beduino más recorriendo su desierto. Lo disfrutamos mucho.

Puente de roca Burdah

Burdah

Otra de las formaciones producidas por la erosión del viento y la lluvia son los puentes de roca que existen.

Burdah es el más grande de los que existe, tiene 80 metros de altura; y se nota, porque fue donde nos encontramos mas turistas tomando la típica foto subidos al puente. La subida se las trae, ya que al haber mucha gente esta pulida y no hay donde agarrarse.

Atardecer en Wadi Rum

Wadi rum

Ya se iba acabando el día; un día lleno de emociones y aventuras, pero, antes de ir al campamento, Mandouk nos llevó a un par de dunas mas para admirar el atardecer en el desierto.

Es una sensación maravillosa estar solos, sentir la libertad, la calma, la paz que se respira en el desierto, el saber que nada ahí importa, nada más que vivir.

Wadi rum

Campamento beduino

Wadi rum

Finalmente llegamos al campamento, que resulto estar ¡vacío ese día! Teníamos todo el campamento para nosotros, podíamos ir donde quisiéramos. ¡Una gozada!

Disfrutamos de un atardecer único en el mundo, solos, con todo el desierto para nosotros y el silencio, con el Jebel Qattar a nuestros pies. Las fotos hablan por sí solas… Lo recordaremos para toda nuestra vida.

Con Mandouk nos sentimos en plena confianza, nos enseñó la cultura jordana y beduina, el trato que recibimos fue excelente, era como estar con un amigo con el que podías hablar de todo y veías las diferencias culturales que existen. Solo podemos tener palabras de agradecimiento por todo lo que nos dio y regaló ese día.

Esa noche nos esperaba una cena digna de un banquete; cocinaron solo para nosotros con lo que sobró mucha comida, pero estaba ¡toda buenísima! Después nos sentamos junto con Mandouk y el cocinero (no recuerdo el nombre) en la fogata y estuvimos hablando relajadamente durante horas y escuchando música. Toda una experiencia increíble; y con todo lo vivido este gran día nos fuimos a la cama con una sonrisa imborrable.

Si vais al desierto del Wadi Rum, os aconsejo lo siguiente: ya entrada la noche sentaros en la escalera de vuestra tienda de campaña y escuchad; atrapad ese sentimiento y guardadlo para siempre. Quien lo haga me entenderá.

Mohammed Mutlak Camp

Al día siguiente nos esperaba un amanecer espectacular y solitario en el desierto. Cuando ya estuvimos más despejados fuimos al abundante desayuno que nos tenían preparado, imposible de comer todo ¡y buenísimo!

Después de esto, recogimos nuestras cosas y nos montamos por última vez en el techo del Jeep; sintiendo el aire vespertino del desierto, los rayos mañaneros del sol y saboreando, por última vez, el sentimiento de libertad. He de confesar que una lagrimita se me saltó al abandonar el desierto.

Volveríamos allí con los ojos cerrados para vivir más intensamente el desierto más bonito del mundo. Se nos hizo demasiado corto, pero debíamos seguior con nuestra ruta

¿Qué os ha parecido nuestro día en el desierto del Wadi Rum? ¿Sabías que es el más grande del mundo? Jordania nos regaló momento para guardar toda nuestra vida. Cuéntanoslo en comentarios…

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